En el letargo sin pausa de la noche
cuando el alma se entrega placidamente
al duerme-vela de los sueños
donde nuestra realidad se delata
nuestro
ser adormecido
despierta como huracán
a la llamada de la voz que nos seduce
con su canto de sirena,
llenando cada poro de la piel
cada centímetro de nuestro cuerpo
de la pasión olvidada:
los momentos no vividos
los besos no dados
los abrazos no recibidos
el
deseo consumiéndonos por dentro
como hiedra que nos envuelve,
nos enloquece y arrastra
al callejón sin salida
del amor sometido al silencio
que nos mata y, a la vez, nos la da vida
esperanza
no perdida,
en que al alba, se levantará gozosa,
abrirá de par en par la ventana
y como paloma blanca
recobrará la libertad de amar
y ser amada.