En
la quietud sin calma
de anhelos agazapados como tigres en celo.
Cielo gris metálico
presagio de fantasmas despertando
a las ansias insatisfechas por miles de años.
Sortilegios
de la luz que llena
cada rincón de nuestro templo
invocando, llorando,
cual mar embravecido
en cadencia de dolores
todos nuestros desencantos.
Maremoto
que todo lo arrasa
transformando, reviviendo,
lo no vivido, lo deseado.
Como brasa incandescente
que todo lo quema
como huracán prendido en las entrañas.