POEMAS DE ISABEL MIRALLES

 

PRESENTACIÓN DE MI NUEVO POEMARIO


 

El día 19 de Noviembre del 2005

se presentó mi nuevo poemario "VERSOS CON ALAS DE MARIPOSA"

en el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Cataluña.

 

Presentó el libro el escritor, poeta y editor Fernando L. Pérez Poza,

al cual quiero agradecerle su amistad y su bien hacer, ya que sin lugar a dudas,

sin él, nunca me hubiera animado a publicar mis poemas.

 

También quiero agradederle a José Antonio Molero,

profesor de Lengua, Literatura y sus Didácticas, de la Universidad de Málaga,

que escribiera la Introducción de mi poemario.

 

Agradecer a mi marido, a mis hijos, y a toda mi familia, el apoyo que me han brindado

y, por supuesto, también, a todos los amigos que con su cariño me acompañaron

en este día tan especial y emocionante para mí.

A todos ellos... ¡GRACIAS!

 

INTRODUCCIÓN

 


Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño,
carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor,
iguales en deseo.
Aunque sólo sea una esperanza,
porque el deseo es pregunta
cuya respuesta nadie sabe.

(Luis Cernuda, 1902-1963)


Aunque resulte un tópico, no inhibiré mi intención de poner de manifiesto la dificultad que entraña para mí la presentación de un libro de poesía, un libro de lírica, ese género de la literatura en que el autor domina las páginas con despótica autoridad, cantando su odio o su amor, su alegría o tristeza, su ternura o crueldad, su frustración o plenitud... convirtiendo al lector curioso en cómplice inconsciente de una conciencia interior que le es ajena.

Tal es la naturaleza de la lírica, que un docto profesor de Crítica definiría en su clase como la expresión poética de que se vale el autor para manifestar sus propios sentimientos, expresando, de este modo, cuanto él mismo siente dentro de sí en plena ausencia personajes, o convertidos éstos en meros instrumentos objetivos para la expresión propia, transformando la cotidianidad en un todo eminentemente subjetivo que pone en juego su íntima actitud ante las cosas, ante los hombres, ante Dios... y ante sí, porque el dominio del “yo” en la lírica incumbe incluso al propio autor.

Por eso mismo, tiene su dificultad cualquier comentario a una obra vestida de rígido lirismo; arriesgado ?temerario, me atrevo a decir? es todo intento de interpretar unos versos engarzados cual cuentas de rosario en solemne procesión silenciosa, sólo aunados con otros en una interminable urdimbre de palabras pergeñadas en lo más íntimo de una mismidad entregada al solemne sigilo del papel como si de un acto de contrición se tratara.

Sin embargo, algo tiene la lírica que la ha convertido en el vehículo de autoexpresión literaria más usado desde siempre: es la forma que expresa nuestra ‘yoidad’ en su estadio más puro, y, entre sus posibilidades, la vía más excelente de la expresión amorosa. ¿Quién no ha escrito un verso a sus quince años? ¿Quién no ha confiado una descarnada indiferencia del ser amado a las líneas de una cuartilla? La lírica se convierte así en el mudo confesionario que libera nuestra alma del pesado desengaño de la realidad, en esa oquedad confidente en que depositamos el mal espiritual que atenazada nuestro espíritu.

Nada tienes, pues, de extraño que, de las tres formas fundamentales de expresión literaria, sea el género lírico el que goza del más lustroso número de representantes en toda la historia de la literatura. Desde las más tempranas cancioncillas de amor en aljamiada lengua castellana ?las jarchas?, transmitidas de forma oral, pasando irremediablemente por San Juan de la Cruz, la más intensa pasión del amor, en este caso del Amor Divino, hasta Antonio Machado, la Generación del 27, Vicente Alexandre o Blas Otero, con honrosas pero necesarias omisiones para no extralimitar el sentido de este escrito, la temática amorosa ha sido una constante.

Y este instrumento de extroversión confidencial de la subjetividad es lo que, sin duda, ha movido a Isabel Miralles a su cultivo para internarse en el etéreo ámbito de algo tan íntimo como es el amor. En efecto, los poemas que estructuran este libro suyo, que vienen a corroborar la orientación del que fue su primero en ver la luz en letra impresa (Sentimientos poéticos, 2003), tienen fundamentalmente el amor como tema central: el yo y sus circunstancias, que diría más exactamente Ortega y Gasset. Así, el amor intenso y profundo, el amor positivo y jubiloso, se circunda en ocasiones de la soledad más oscura y fría (“Sola / sin destino / ni afán / por llegar a ninguna parte”; “sola / sin calor / sin frío, / como alma errante”); en otras, de la amarga desesperanza del desengaño (“¡Cuántas mentiras en frases hechas!”; “ausente de mi vida, de mis suspiros, de mis sueños / del amor que despertó como incandescente fuego”)... desentrañando momentos de una poesía triste (“días que amanecen muertos / vacíos de contenido...”), dolorida (“¿Dónde está la calidez del corazón / que acoge tiernamente a la persona / que se entrega sincera y con devoción?”) y angustiada (“Todo quedó / en olvido programado; al final, sólo vacío el alma”) que hallan su mejor cauce en la lírica, como Isabel Miralles podría atestiguar en este proceso literario.

Conocí a Isabel un día de este año, cuando espontáneamente me envió unos poemas para su publicación en “Gibralfaro”, la revista digital que dirijo. Enseguida pasó todos los filtros que obstaculizan la edición de textos en ella. No había pretextos para rehusarlos. Formalmente, su dominio del arte combinatoria de los sintagmas hace innecesario el uso de los signos de puntuación, en ocasiones tan cruciales a la hora de una interpretación semántica, y que ella utiliza en contadas ocasiones. La forma lingüística de sus estrofas la dispensa generosamente de su empleo. La luz semántica se hace en sus versos de inmediato. Podría decirse que, en el caso de esta poeta, el contenido se somete voluntariamente a la forma en gloriosa armonía, consiguiendo de esta forma una mayor libertad léxica que culmina en una lúdica producción de figuras oblicuas decididamente admirables. Para nada precisa de la tiranía de la rima. Isabel consigue fácil y magistralmente el ritmo poético con una suerte de alquimia que domina a la perfección.

 


Domingo, 25 de septiembre de 2005.

José Antonio Molero
Profesor de Lengua, Literatura y sus Didácticas
Universidad de Málaga


Director de la revista de Creación Literaria "GIBRALFARO"

 

FOTOS

En el salón de actos del Colegio de Ingenieros de Caminos

 

 

 

Fernando L. Pérez Poza e Isabel

 

 

 

 

 

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